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Mostrando entradas de abril, 2017

La habitación de al lado

Era de noche. Tal vez a partir de ese día siempre fue de noche. Las ventanas estaban cerradas y la pieza, iluminada por una asquerosa y deprimente luz amarillenta. La cama y mi cabeza estaban deshechas. Como es afuera es adentro. Me había sumergido en un pozo del que no podía salir. Él estaba en la habitación de al lado, la que usábamos cuando su mamá venía de visitas. Lo escuchaba roncar. Era un pequeño animal salvaje que gruñía y se retorcía entre las sábanas mojadas. Seguro estaba abrazado a su almohada favorita. En todos los años que estuvimos juntos nunca lo vi dormir sin su almohada.   Era tan psicópata que me terminaba convenciendo de que yo era la hija de puta que había arruinado todo. Hacia unos minutos me había dicho que lo nuestro no iba para más, que estaba cansado de mis escenas de celos y que todo lo malo de la relación había sido mi culpa. Y yo, por supuesto, le creía. Compartíamos departamento desde hacía un par de años. Nos conocíamos hacía un poco m

El sicario

Dejé a la puta en el departamento, con un billete de cincuenta en la mesa de luz. La calle estaba vacía. Amo esta ciudad en invierno, cuando no está llena de malditos turistas. Fui hasta lo de Juanito a comprar el diario. Tengo costumbres de viejo choto aunque no paso los treinta. Pedí el Clarín. El tipo es un enano que atiende arriba de un banquito. Me causa gracia. Siempre le tiro algún chiste pelotudo antes de revisar si le llegaron libros nuevos. Ese día estaban las mismas mierdas de siempre. - Hace como un mes tenés esta pila de basura. Novelas romanticonas y ediciones de tapa blanda. Seguí así y voy a terminar comprándole el diario a la vieja que tiene olor a rosas. - No te animarías. Odias a las minas. Y más a las viejas. Repasé los títulos en la cuadra y media que tengo hasta el bar. Mucha gente muerta. Todo el tiempo se está muriendo alguien y uno acá lo más tranquilo.  El lugar es deprimente. Las paredes son marrones y la gente que atiende usa ropa gris.