La habitación de al lado
Era de noche. Tal vez a partir de ese día siempre fue de noche. Las ventanas estaban cerradas y la pieza, iluminada por una asquerosa y deprimente luz amarillenta. La cama y mi cabeza estaban deshechas. Como es afuera es adentro. Me había sumergido en un pozo del que no podía salir. Él estaba en la habitación de al lado, la que usábamos cuando su mamá venía de visitas. Lo escuchaba roncar. Era un pequeño animal salvaje que gruñía y se retorcía entre las sábanas mojadas. Seguro estaba abrazado a su almohada favorita. En todos los años que estuvimos juntos nunca lo vi dormir sin su almohada. Era tan psicópata que me terminaba convenciendo de que yo era la hija de puta que había arruinado todo. Hacia unos minutos me había dicho que lo nuestro no iba para más, que estaba cansado de mis escenas de celos y que todo lo malo de la relación había sido mi culpa. Y yo, por supuesto, le creía. Compartíamos departamento desde hacía un par de años. Nos conocíamos hacía un po...