Dejame bajar
Me fui de su casa con la sensación de que todo se había ido a la mierda. Estuve a punto de mandarle un mensaje pidiéndole perdón pero los cinco gramos de dignidad que quedaban en pié me lo impidieron. La madrugada en la ciudad era cruel, ya no quedaba nadie en la calle y todo se veía más oscuro. Tenía unas treinta cuadras hasta mi casa. Tomé aire, junté coraje y paré un taxi que justo pasaba por ahí. Hola , le dije al tipo que manejaba y él movió la cabeza como si me estuviera devolviendo el saludo. Por dentro le agradecí que no me sacara charla, no me sentía cómodo remando conversaciones con personas que recién conocía y a las que probablemente no volvería a ver nunca más en la vida. Además estaba roto y a la gente rota no le gusta conversar. Era un hombre que no llegaba a los cuarenta, pelado y con una mirada perturbadora. Yo estaba tirado sobre el respaldo del asiento, con las piernas abiertas y los brazos a un costado, como si el golpe que me ha...