Orgullo LGBT: un grito de libertad
Corre el siglo XXI. Hace treinta años creíamos que para estas alturas de la historia los autos podrían volar y viviríamos en casas flotantes, al mejor estilo Supersónicos, que conviviríamos con seres de otros planetas y que habríamos colonizado Marte o la luna, en el peor de los casos . Sin embargo, acá estamos, rogando por que una oleada de energúmenos nacionalistas no se transforme en un tsunami de odio. Me permitiré generalizar en femenino, porque me duele que se represente al todo desde la simbología de lo masculino. El macho hegemónico nos odia. A algunas que tienen el tupé de alzar la voz quizás las odie un poco más, pero al final del día él se cree un ser superior. Por más que se oculte detrás una sonrisa armada a la fuerza, o que intente camuflarse en el discurso de un hetero progre, en el fondo nos odia. Claro está que hay casos aislados, hombres empáticos que aceptan lo distinto, pero no es a ellos a quienes están dirigidas estas pala...