Nosotros somos los monstruos
Odiaba el recreo. Nunca sabía qué tenía que hacer o cómo se suponía que un chico de quince años se comportara en esas situaciones. Salir gritando como un salvaje le parecía excesivo y ridículo , ir corriendo a bu scar a su grupo de amigos era una fantasía, y aprovechar para hacer la tarea era ponerse un cartel en la frente para que sus compañeros lo cagaran a trompadas o en el mejor de los casos lo encerraran en los baños hasta que algún profesor lo escuchara p idiendo ayuda. Le gustaban las horas de clase. Allí todo era más predecible. Se sentaba con Luciana, que era tan muda como él pero al menos tenía amigas. Trataba de participar lo menos posible para no quedar en evidencia. Le había funcionado en primaria. Sus compañeros de su curso, que en su gran mayoría eran los mismos desde el jardín de infantes, apenas recordaba...