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Mostrando entradas de diciembre, 2017

La previa

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Estábamos todos en pedo. La joda había empezado a las nueve y ya eran la una y media. Gastón se reía a los gritos , caminaba en zigzag por todo el departamento. El Ruso se encontraba parado en un rincón, dándole la espalda. Nos había dicho que no quería estar ahí. Miguel lo quiso convenc er   porque se cansó de tenerlo todo el día encerrado en la casa. Al final, lo llevamos a la fuerza. De todas maneras cuando acabó la tercera cerveza cayó al suelo y se puso a hablar por teléfono. Gastón se le acercó y le sacó el celular, para luego tirarlo en una esquina, lo que nos pareció gracioso. Desde donde yo estaba se podían oír los gritos de Miguel. El Ruso se empezó a sentir incómodo cuando lo puso de pié, lo abrazó y lo tiró contra la pared. Nosotros nos seguimos riendo. Fueron dos segundos los que pasaron entre esa escena cómica y lo que vino luego. Primero lo besó, no apasionado sino apretándole los labios para que no pudiera abrir la boca. Después le apoyó una mano en el culo, por a

Multitud orgásmica

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Su presa gemía tirada en la cama, mordiendo la almohada y sacudiéndose como un pez fuera  del agua. Su novio se hallaba en el cuarto de al lado. Los saludó antes de que empezaran a chapar. No era la primera vez que hacían algo así. Lo eligieron por Grindr. El pibe vivía cerca y por fotos se notaba que era del estilo de León. Ahora estaban en la pieza. Cogieron a los gritos para que Nicolás estuviera en cada detalle. Los espiaba por un agujero pequeño en la pared. La presa se dio vuelta, sin sacarse la pija del orto, y lo agarró del cuello para llevarlo hasta su boca. Lo besó, tan apasionado como caliente. Sintió los muslos duros de León golpeando contra su cuerpo. Ya estaba abierto y lo invadía el placer. Cerró los ojos olvidándose por completo de que Nicolás los observaba. León dejaba bailar su lengua en la garganta del pibe que a su vez lo abrazaba hasta fundirse con su sudor. Se acercó a su oído y le susurró, sin parar de bombear un sólo segundo. Las venas hinchadas de su carne

Tercero en discordia

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Le dije que lo quiero. Tardó media hora en contestarme. Me arrancaba las uñas mientras miraba la pantalla del celular. Me bajé dos pavas de mate. Yo sabía que la respuesta más probable era un rechazo. Caminé hasta la ventana, me fumé un pucho aprovechando que mi vieja todavía no había llegado del laburo. Pensé en volverle a escribir para decirle que estaba arrepentido, que había sido un arrebato. Después de todo nos habíamos visto algunas veces y siempre para garchar. Nada de otro mundo. Lo que pasa es que yo soy muy enamoradizo y me engancho rápido de la gente. Intenso, como dicen. Al final no le escribí de nuevo y me quedé sentado en el sillón mirando la nada. Si, igual que cuando me deprimo sólo que esta vez no estaba deprimido, no todavía. Supuse que el flaco me iba a pegar una patada en el orto pero aún no tenía pruebas. Cuando cayó la tarde el departamento quedó a oscuras. Fui hasta la heladera a buscar la botella de birra que me había quedado de la noche anterior. A la mita

Un pueblo fantasma

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Dimos vueltas durante tres horas, caminando sin destino, con la esperanza de encontrar al menos algo que nos resultara interesante: una plaza, una estatua o la pisada de algún prócer de cuarta que hubiera recorrido el lugar hace 154 años. Aquello era un pueblo fantasma. Una y otra vez terminábamos en la misma estación de servicio, el único sitio abierto en ese paraje que se extendía a la vera de un río color mierda. Mi prima no paraba de hablar de su novio, un médico de treinta y pico que había conocido dos meses atrás. Me tenía harta. Cuando yo encuentre a otro tipo también se lo voy a refregar en la cara, pensé. Aunque tal vez cuando estuve de novia con Nacho fui igual de pesada. Pero Tamara era un caso aparte. El pibe era el primer tipo con el que salía. Incluso la había desvirgado y ella ya tenía 24 años. Se aferró a él como si fuera la única esperanza de formar una familia. Yo no tenía ganas de escuchar sus anécdotas interminables. Mucho menos en mi estado. A Nacho lo extrañ