Tercero en discordia

Le dije que lo quiero. Tardó media hora en contestarme. Me arrancaba las uñas mientras miraba la pantalla del celular. Me bajé dos pavas de mate. Yo sabía que la respuesta más probable era un rechazo. Caminé hasta la ventana, me fumé un pucho aprovechando que mi vieja todavía no había llegado del laburo. Pensé en volverle a escribir para decirle que estaba arrepentido, que había sido un arrebato. Después de todo nos habíamos visto algunas veces y siempre para garchar. Nada de otro mundo. Lo que pasa es que yo soy muy enamoradizo y me engancho rápido de la gente. Intenso, como dicen. Al final no le escribí de nuevo y me quedé sentado en el sillón mirando la nada. Si, igual que cuando me deprimo sólo que esta vez no estaba deprimido, no todavía. Supuse que el flaco me iba a pegar una patada en el orto pero aún no tenía pruebas. Cuando cayó la tarde el departamento quedó a oscuras. Fui hasta la heladera a buscar la botella de birra que me había quedado de la noche anterior. A la mitad de la botella me llegó su mensaje. Encendí la pantalla y deslicé el dedo hacia abajo para ver como empezaba el texto. Lo único que pude leer fue: “Hola, antes que nada...”. Me mataba la intriga. Me pongo histérico cuando me dejan con las ganas. Tenía que tardar, no podía contestarle al toque. Esperé unos segundos. La idea fue esperar minutos pero sabes muy bien que no puedo aguantarme. Entré a la conversación y él seguía en línea. El mensaje continuaba así: …me gusta coger con vos, pero lo nuestro es sólo sexo. Tengo novia”. Tiré el teléfono contra la pared antes de seguir leyendo y la batería salió volando por el aire. Le contesté una manito con el dedo gordo apuntando para arriba y lo bloqueé. No pasó más que eso, te lo juro. De haber sabido que te estaba lastimando ni siquiera me hubiera encamado con él. Desde ese día no volvimos a hablar. 

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