El ojo por ojo en el camino a la deconstrucción


Hace unos días se hicieron públicas unas fotos de la pija de Luciano Castro. Fotos que viajaron de un lado a otro de la red, como un virus al que no podemos dominar. Claro está que las mismas fueron filtradas sin el consentimiento de la víctima, provocadas por una clara invasión a la privacidad. El camino hacia la deconstrucción está plagado de contradicciones. En la ruta a una sociedad menos violenta y lejos de las actitudes hegemónicas impuestas por el patriarcado, aparecen baches.

La filtración del material XXX mostró a un montón de compañeres orgulloses de portarse igual que los machos a los que solemos criticar. Imitar al opresor no es la mejor forma de luchar contra la opresión. ¿Nos molesta que un hombre heterosexual se burle de una mujer cuya intimidad ha sido violentada, pasando fotos filtradas a su grupo de amigos por Whatsapp, o nos molesta el hecho de que alguien se pueda manejar de esa manera? ¿Criticamos la violencia o criticamos que el hombre heterosexual tenga el derecho de ser violento? En este sendero, corremos el riesgo de reproducir las actitudes que tanto buscamos modificar.


Nunca fui partidario del ojo por ojo, y dudo que una reacción de ese tipo pueda lograr resultados positivos.

Llegué a leer a compañeres justificarse diciendo que cuando uno se saca una foto erótica tiene que tomar consciencia de que esta puede hacerse pública. Llegué a leer a compañeres ponerse en el lugar del violento que deposita la culpa en los hombros de la víctima. El patriarcado no se va a caer si en lugar de transformarlo nos ubicamos nosotres en el rol del sujeto encargado de impartir violencia.

Imitar las actitudes contra las que luchamos, convertirnos en aquello que tanto nos lastima, nos lleva a fracasar en el camino a la deconstrucción. Más bien significa trasladar la violencia simbólica hacia un nuevo sujeto actor. Está claro que la mujer y el puto que se masturban mirando las fotos de un hombre heterosexual no están ejerciendo opresión, ni están representando a la sociedad patriarcal hegemónica. También está claro que Luciano Castro no sufrió de la misma manera en la que pueden haber sufrido antes que él miles de mujeres cuando se las puso en ese lugar. No estoy diciendo que el oprimido se haya convertido en opresor. Pero la violencia no se resuelve con más violencia, y no venceremos al macho copiando las actitudes a las que tanto denostamos.

Seamos claros, lo que le ocurrió a Luciano Castro y a Florencia Peña, para poner dos nombres de figuras públicas, son violaciones a la intimidad. Si querés justificarte diciendo que ellos lo hicieron primero, como un nene caprichoso que señala a su hermano en medio de una discusión, es otra cosa. Pero no es justo disfrazar una actitud caprichosa de rebeldía anti-patriarcado. No aporta nada a la causa.

Como sujetos oprimidos tenemos todo el derecho del mundo a sentir deseo por el cuerpo del opresor, pero también debemos plantearnos hasta qué punto estamos dispuestos a permitir que se violente la vida privada de las personas. Si, es cierto que un hombre blanco heterosexual nunca sufrirá lo que puede sufrir una mujer o una persona diversa, por el simple hecho de que aquellos ocupan un lugar privilegiado en la cultura hegemónica. Es cierto que no se burlarán de él de la misma forma en la que, por ejemplo, se burlaron de Florencia Peña o de Silvina Luna cuando se hicieron públicos sus videos íntimos. Pero dudo mucho que ponernos a nosotres en esa posición les haga tomar consciencia. Todo lo contrario. Ingresaremos en una pelea sin cuartel para ver quién tiene más derecho de violentar al otro.

Justificar que te caliente la foto de Luciano Castro y tu derecho a masturbarte con su cuerpo no quita que aplaudir la invasión de su privacidad sea objetivamente un hecho negativo.




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