Vivir con VIH | ¿Cuándo lo tengo que contar?

Cuando tenés VIH, ir a coger con un desconocido puede llegar a ser un momento incómodo. Lo más probable es que no se lo hayas contado en una charla previa. No es fácil tirar la información. ¿Cuándo lo hago, antes del “sos activo o pasivo” o después del “por donde estas”? La mayoría puede responder que está todo bien y que quieren saber de antemano el estado serológico de la otra persona. Es debatible. Seguramente busquen por otro lado algún pibe que les parezca más “seguro”.

Uno está ahí, con el celular en la mano, a punto de coger, y lo último que quiere es arruinarlo todo, espantar al flaco que nos cayó bien, con lo difícil que es encontrar alguien que valga la pena. Entonces te hacés el boludo. En el mejor de los casos es copado y se lo decís en cara a car.

Otra de las opciones es ponerlo en Grindr, dentro del formulario. Lo intenté. Elegir este camino es abrir una puerta que nadie quiere abrir. Todas las personas que te hablan -sin exagerar - hacen referencia al tema. No les importa otra cosa. "Perdoname, te puedo hacer una pregunta". Nunca falla. Flaco, quiero coger, no hacer terapia.

Llegás a su casa, estás chapando, la temperatura corporal va en aumento y en dos segundos terminan arrancándose la ropa y revolcándose entre las sábanas de su cama. Él está al palo. ¿Qué hago? ¿Lo freno en seco y se lo cuento? Una confesión de ese tipo va a derivar en todo tipo de cuestionamientos que no queremos responder. O no antes de coger, al menos. Pensás que quizás la mejor solución es que se pongan el forro y estar atento para que no haya ningún inconveniente. En mi caso, eso convierte a la persona en un candidato a no repetir el encuentro. Si me gusta y quiero volver a verlo, junto coraje y le bajo la pija contándole mi experiencia personal. Pero no estoy dispuesto a poner en juego mi autoestima para que el estigma social y el rechazo la caguen a patadas.

Tener VIH es salir del clóset cada ves que vas a conocer a otra persona. Es entregarle tu ego a un desconocido y correr el riesgo de que lo destruyan un poco en cada encuentro. Después de un tiempo, con suerte, no te importe. Mientras tanto, hasta que llegue ese momento, hay que acostumbrarse a luchar contra el rechazo.


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