No quiero decirte que tengo VIH


Este mes se cumplen once años de mi convivencia con el VIH. Tomo Mivuten, Efavirenz, y soy indetectable, lo que significa que el nivel de virus en mi sangre es tan bajo que no hay posibilidades de transmitírselo a otras personas. 

La experiencia y los médicos brindan información que nos permite llevar adelante una vida sana. A pesar de ello, no existe un manual que nos indique cómo encarar el rechazo social que surge cuando elegimos contar que somos portadores. Sabemos que tenemos que usar forro, ver a un especialista, iniciar  un tratamiento para acceder a la medicación, sabemos también que bajonearse es negativo si queremos encarar una convivencia pacífica. De todas formas, podemos cometer errores, opinar estupideces, tomar decisiones que no sean las más acertadas. Somos humanos y nadie nació sabiendo todo. 

Para empezar, me hago cargo de haber tenido sexo sin preservativo a la edad de 21 años. En aquel momento mi primera reacción fue echarle la culpa a mi pareja sexual. Fue el camino más fácil, decirle que tendría que haberme avisado. ¿No tuvo responsabilidad? Si, claro que la tuvo, pero responsabilidad no es culpa. Yo asumo la parte que me toca que es haberme creído inmune, haber pensado que a mí no me iba a tocar.

Las veces que me he expuesto en las redes sociales encontré una variada gama opiniones. Las buenas: gente copada que me decía cosas lindas, que decidía compartir sus historias de vida para sentirse liberades, que pedía consejos o que se animaba a salir del clóset. Las malas: un ejército de trolls desinformado que creía saber más que nosotres. Haters que creen que estamos en 1980 y que fuimos condenados a morir desde el momento en el que nos dieron el resultado. Algunos volvían al discurso de la religión, del castigo, la culpa, lo natural. Tampoco sabían diferenciar entre el VIH, que es el vírus en si mismo, y el SIDA, que es una etapa en la que las defensas bajan a un nivel en que no pueden proteger al cuerpo de enfermedades intrusas.

Y como no existe un manual que nos diga cómo debemos manejarnos, nadie puede obligarnos a exponer nuestra condición serológica si no estamos preparados para hacerlo. Esto va de la mano con cuidarnos y con llevar adelante un tratamiento que logre indetectavilizar al virus. ¿Lo ideal es contarlo? Podríamos creer que si. Pero lo ideal también es que la gente no te rechace por tener VIH, y, aunque no lo crean, todavía existen personas que no se animan a entablar un vínculo, ni siquiera fugaz, con alguien positivo. Por ejemplo, en una encuesta que realicé en Instagram, el 5% de 266 personas respondió que nunca tendría sexo con alguien que les haya dicho que tiene VIH. Bitch, 2020!

Hace tiempo tuve sexo ocasional con un chico y elegí no contarle. Obvio, tenía miedo al rechazo. Nos cuidamos, estuvo todo bien, y luego vio el frasco de pastillas arriba de la mesa de luz así que la charla la acabamos teniendo de todas formas. Le expliqué las razones por las cuales no se lo había contado. Con el pibe todo bien, lo entendió y ahí terminó la historia. Ahora, cuando compartí la experiencia en Twitter me encontré con gente que me amenazaba de muerte, que me insultaba, haters de todos los colores que confirmaron mi miedo primigenio.

¿Cuál es el resumen de todo esto? Mientras sigan existiendo la discriminación y el estigma, hermane, defiendo el derecho a que no contemos nuestro estado serológico hasta tanto sepamos que la otra persona no es está colonizada por el imagen estigmatizante que se ha construido de nosotros.

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