La deconstrucción de los cuerpos
Las luces me cegaron y perdí la consciencia. El golpe fue fuerte. Cuando volví a la realidad, mis piernas estaban a un costado de la ruta, sacudiéndose como si esperaran volver al cuerpo del que las habían arrancado. Mis brazos pendían de la rama de un árbol y se hamacaban como bufandas recostadas sobre un perchero. La pija atravesó el parabrisas delantero, se asomaba juguetona, abanicándose de un lado a otro, atravesada por un montón de vidrios. Mi boca, que permanecía junto al resto de la cara, hubiera gritado de tener la posibilidad. Mi cabeza había sido cortada prolijamente por un trozo de metal, dejando la parte del rostro tirado en el cemento oscuro, con los labios separados y los ojos abiertos como si miraran contemplativos el cielo estrellado. El torso fue lo único que se mantuvo en el auto, apoyado en el asiento del acompañante. Ya no era el mismo. El vehículo estaba destrozado, la parte trasera se veía como una lata de gaseosa después de ser aplastada y antes d...