Dominio y placer

Mert Alas & Marcus Piggott
   Lo tiró sobre el colchón. Lo ahorcó mientras lo incomodaba mirándolo a los ojos. D no recordaba si había cerrado la puerta con llave. Entraron rápido, sacándose la ropa en el pasillo del edificio; ya en el ascensor se estaban tocando como si sólo tuvieran media hora para coger. G lo agarró del cuello y le dijo al oído que se quedara quieto. Le juntó las manos y lo ató con un juego de esposas al respaldo de la cama. Lo siguiente fue ver cómo G le vendaba los ojos para dejarlo ciego. Pasaron dos minutos sin sentir el menor movimiento. Mil cosas viajaron por su cabeza: trajo a otro tipo, seguro se va y me saca toda la guita, me está jodiendo y en cualquier momento empieza a cagarse de risa; se preguntó porqué mierda se había prestado para ese juego. Habían hablado muchas veces de hacer algo así, cuando se encontraban en esas noches fogozas de sexo que no salían del garche tradicional. En todo esto pensaba mientras sentía cómo se le entumecían los brazos. G lo sorprendió primero clavándole las uñas en el pecho, después recorriéndole el cuerpo con un hielo, desde el cuello hasta la punta de la pija. Lo invadió un escalofrío excitante. La única parte que permaneció en libertad fueron sus piernas, que se sacudían entre apasionadas y furiosas. G lo golpeó con algo que parecía ser un látigo. D gemía con poca delicadeza. No sabía que ese tipo era capaz de darle tanto placer. Sintió también que le hundía los dedos en el orto, que mordía su carne, que se arrodillaba justo delante de él, sosteniéndolo en el aire, en una posición que le quedaba cómoda para lo que estaban por hacer. Un sinfín de emociones nuevas habitaron su sexo. Lo penetró fuerte, haciendo que se retorciera, sin ver nada más que la oscuridad frente a sus ojos. Si hubiera podido quitarse la venda habría visto que un hilo de sangre recorría su espalda, que las ventanas estaban abiertas de par en par, que su ropa no estaba doblada en la silla como a él le gustaba sino repartida por toda la casa. Hubiera visto también a su novio abrazándolo por la cintura, besandole el cuello, mirándolo con los ojos brillosos mientras se hundía en lo más profundo de su cuerpo.  

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