Los homofóbicos de siempre



El domingo 28 de junio fue el día del orgullo. En apoyo a nuestra comunidad, y dado que por culpa de la cuarentena no podíamos salir a marchar, algunos municipios tomaron la decisión de izar la bandera de la diversidad. Varios machirulos y señoras que continúan atrapados en el siglo XVIII, creyeron que sería buena idea eructar patriotismo barato y atacar nuestro símbolo de lucha. En el Parque Sarmiento de la municipalidad de Córdoba un grupo de homofóbicos decidieron romper una placa conmemorativa que había colocado la intendencia, atacar a cadenazos a manifestantes LGBT y destruir el mobiliario urbano. En Mar del Plata, veteranos de cartón y amantes de la guerra, bajaron la bandera al grito de “Si vuelven a subirla, vamos a bajarla veinte mil veces mas”.
La naturaleza de los machitos, que tienen el control de esta sociedad patriarcal, es homofóbica en toda su dimensión. No les alcanzó con arruinarnos la infancia, ahora también quieren dejarnos sin voz. 
Nos robaron la opción de ir con nuestras parejas de la mano sin miedo. Nos quitaron el amor adolescente. Nos obligaron a sentarnos frente a nuestros padres y pasar por el suplicio que significa salir del armario. Nos echaron de nuestras casas. Se burlaron de nosotros en horario estelar, en el cine, en comedias, en dramas, en el teatro. Nos estigmatizaron como si fuéramos los únicos capaces de contraer VIH. Nos golpearon. Nos obligaron a ser valientes para enfrentar su cobardía. Tuvimos que jugar a escondidas, hablar bajito, escribir en cuadernos que guardamos abajo del colchón. Nos invisibilizaron de todos los ámbitos posibles y el único espacio que nos dejaron fue el de la ridiculización, el del absurdo. Nos violentaron cuando íbamos por la calle. Nos miraron raro cuando nos vestimos como quisimos. Nos insultaron en el colegio. Nos prohibieron el mundo del deporte, porque su masculinidad tóxica no admite lo diverso. Crearon canciones de cancha donde su único objetivo fue bastardearnos. Nos desterraron de la “normalidad”. Nos alejaron de la religión. Pusieron a su dios como soldado de una guerra inventada. Usaron la naturaleza para inventar historias donde éramos los malos de la película. Abusaron de nosotros. Nos insultaron con la biblia en la mano. Nos persiguieron con la fuerza policial. Nos persiguieron con sus estados “democráticos”. Nos persiguieron con sus dictaduras. Nos asesinaron. Pero a ellos les molesta una bandera colorida flameando en un mástil. Debe ser horrible vivir en sus cabezas.
Si vuelven a bajar nuestra bandera, volveremos a subirla veinte mil veces más.


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