¿Por qué todo el mundo ama a los ruidosos?


¿Qué te pasa? ¿Estás bien? Te veo callado ¿Tenés algún problema? Te la pasás leyendo, salí un poco, tomá sol, divertite, sos un ortiva.  
En un contexto global en el que vivimos encerrados, en el que nos vemos obligados a conectarnos con el silencio, con la quietud, nuestra relación con el ruido sale a la superficie y nos muestra facetas que antes permanecían ocultas en el movimiento de lo cotidiano.  







Hace un tiempo, cuando las cosas no estaban tan quietas, encontré a una mujer en televisión. Le hablaba a la cámara, tenía una apariencia simple y un rictus de falsa bondad, típico de psicólogas y de maestras jardineras. El hombre que le hacía la entrevista era un notero flacucho que trabajaba para un canal local, de esos que uno pasa de largo cuando hace zapping o deja de fondo mientras cocina, porque le da paja apagar el televisor. Él acercó el micrófono y le preguntó si era difícil manejar a los alumnos. Ella acomodó la voz, con una leve carraspera, y esbozó una sonrisa macabra.   
-En general, los chicos se portan bien. Claro que siempre hay uno medio revoltoso, pero es sano que jueguen y hagan lío. Los que me preocupan son los más callados, veo que les cuesta relacionarse y a la larga eso puede traer complicaciones. En esos casos llamamos a los padres y hacemos un seguimiento. Me rompe el corazón cuando los veo en silencio o jugando solos en un rincón.  
Uno de los pibes introvertidos paseaba por el arenero, con las manos en los bolsillos, asustado, y los ojos de la maestra clavados en la nuca. Seguro odiaba que sus compañeros fueran normales, que ellos no tuvieran problemas. El pibe debía estar lamentándose por no tener amigos. Nadie quiere juntarse con un rarito, no es sano.  
Apagué el televisor y empecé a las puteadas. La voz de la mina me trajo a la memoria imágenes de mi infancia. Es un chico bueno, no habla porque es tímido y le da vergüenza. Nada que ver con el hermano que no para de hablar y se porta mal. Las comparaciones con mi hermano menor, que vivía rodeado de amigos y cumplía con las reglas que la sociedad exige para encajar en el rótulo de persona normal, no me favorecían. Aunque las intenciones de mi familia fueran las mejores, en mi cabeza lo único que sentía era que algo no estaba funcionando.  
En mi casa se respiraba un aire de pelea constante. Era un conflicto irracional, y ninguno había hecho nada para provocar la enemistad, pero sin querer terminamos representando estereotipos opuestos. F era el chico rebelde que se encerraba en la pieza a escuchar la Bersuit a todo volumen. Yo el mudo con cara de bueno que temblaba cada vez que tenía que participar en una conversación. 
-No se parecen en nada ¿Estás segura de que son hermanos?
-Si, lo que pasa es que D salió al padre, es más retraído, pobrecito 
Y, por supuesto, el chico travieso era el centro de todas las miradas, con el que todos querían hablar, al que todos festejaban los chiste, por más ofensivos que fueran. D tenía problemas, no hablaba y leía demasiado. Pobre D, nadie lo quiere.  
El  imperio de los ruidosos es cruel y está disimulado bajo un disfraz que la hace ver bien. Le ponen una máscara divertida y a la mierda. Nos hicieron creer que ser introvertidos era un crimen. Llegué a odiarme por no ser como los demás. Nunca me gustó salir de joda, disfrutaba más leyendo un libro que bailando sobre una tarima con litros de alcohol en la sangre, no hablaba si no tenía algo para decir o si no tenía confianza con el potencial interlocutor. Estar rodeado de amigos, o de personas que fingían ser amigos para hacer tumulto y camuflarse en la multitud, me resultaba poco atractivo. El silencio y la soledad son dos parias incomprendidos. 
Volví a pensar en los alumnos de la maestra mediocre, en los pobres pibes que desde chiquitos escuchan que tienen algo malo, que desde temprano cargan una mochila con kilos y kilos de culpa. Los juntan a hacer trabajos grupales, los retan si los ven con actitudes solitarias o si eligen no salir a jugar con sus amigos.  
"No hay nada malo en que te guste leer. No hay nada malo en que prefieras pasar un viernes por la noche mirando una película o charlando con amigos. No hay nada malo en querer escaparle al bullicio, a las multitudes. No hay nada malo en necesitar de la soledad para recargar energías. No hay nada malo en ser una persona reflexiva. No hay nada malo en cagarse en lo que digan los demás, de vez en cuando”.




Comentarios

  1. Me encantó Dan, es la primera vez que entro a tu blog, ya volveré, yo tengo el mío algo abandonado, muchas actividades! Tengo un punto de vista al respecto muy similar al tuyo, quizás algún día te cuente por que, soy en Twitter la @BrujaFeminista. Besos!

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  2. Venia en el taxi y escribi mal, quise poner Dam

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