¿Es necesario salir del closet?



Si, es necesario, y no porque lo hayamos fabricado con nuestras propias manos. Si tenemos la piel callosa es de tanto golpear la puerta del armario. Como nadie al otro lado nos quiso abrir, tuvimos que juntar coraje y tirarla a patadas. No fue justamente un viaje en nube sobre un arcoiris.

Los pakis, envueltos en un arrebato de buenas intenciones, levantan una bandera invisible donde se puede leer que las diversidades no deberíamos hacer pública nuestra identidad. En el día del orgullo, es bueno aclarar que si nos atrapa el armario, si estamos asfixiados de no poder expresar lo que somos, no es porque nos de placer, son ellos, los paladines del pinkwashing, quienes nos metieron allí adentro.

En un mundo donde la cisheterosexualidad es la norma hegemónica, y donde ser diverso es visto como una rareza, pedirle a alguien que no salga del closet es pedirle que entregue su libertad. Ese momento aterrador donde nos paramos frente a nuestros padres, amigues, compañeres de trabajo, es para todes un punto de partida desde donde comenzamos a transitar un camino de empoderamiento que nos permite, en muchos casos, sobrevivir al rechazo. Y si es complicado para los gay y las lesbianas, mucho más difícil resulta el proceso para nuestres hermanes trans. A elles les resulta un camino más tortuoso, viven encerrades en un armario y al mismo tiempo en un cuerpo con el que no se identifican.

¿Por qué es tan importante la salida del closet? Para empezar, existe una identidad hegemónica que la sociedad da por sentada. Recuerdo el sufrimiento que me generaba en la primaria que mis compañeres mi instigaran a declarar en público cuál de las chicas del salón me parecía más linda. Hacían listas donde ponían puntajes, como si la adolescencia fuera un gran concurso de belleza. Yo no entendía porqué a nadie se le pasaba por la cabeza que quizás a mi no me interesaba en lo más mínimo salir con mujeres. Siempre se dan la heterosexualidad y la cisnorma como una certeza. Ahí es donde aparecemos nosotres a romperle los moldes y decirles no honey, a mi no me metas en esa bolsa de gatos.

¿Nos van a quitar el alivio que significa mirar a los ojos a nuestros padres y decirles: me gustan los hombres, las mujeres, las dos cosas, soy trans? ¿Nos van a quitar el alivio que representa aceptarnos de cara al mundo entero como lo que somos y pedir a su vez que se nos acepte?

Cuando alguien mayor de treinta decide mostrarle al mundo su verdadera identidad, le saltamos a la yugular como si después de cierto momento el closet se hubiera convertido en su hábitat natural. Nos burlamos de Ricky Martin, porque ya todos lo sabíamos, era obvio, nos burlamos de Zulma Lobato, y la convertimos en el sujeto de nuestros espantosos chistes transfóbicos y gerontofóbicos. 

En todo caso la lucha no debería ser contra quienes salen del closet, sino contra la heterocisnorma impuesta por aquellos que nos piden que no salgamos de allí. Ellos son los malos de la película, no la piba o el pibe que a los 40 años descubren que vivieron toda su vida en una mentira. ¿Quiénes somos nosotres para juzgar los obstáculos, la situación familiar o el contexto social que la persona tuvo que soportar para verse obligade a ocultar su identidad, incluso a si misme?

Así que si no se les ocurre una idea que nos ayude a aceptarnos con orgullo, en esta carrera contra el odio de una sociedad que todavía convive con dinosaurios que promueven la extinción de la diversidad, si lo único que tienen para darnos es mensajes acaramelados y campañas de marketing, les pedimos que abran camino y que nos dejen ser.



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