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El monopolio del amor romántico

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Los heterosexuales tienen el monopolio del amor romántico. Para ellos es cosa de todos los días. Pueden ir de la mano por la calle o besar a sus parejas en lugares públicos sin que un loco se crea con derecho a romperles la cara. Nadie se animaría a encarar a un tipo que está chapando con su novia en la mesa de un café para decirle que hay que tener respeto por los demás, para azuzar en el aire una biblia al grito de "dios los odia". En lo que respecta al romance, los heterosexuales son inmunes a la mirada del otro. Nuestros amores diversos, en cambio, duermen a la sombra de un closet. En el mejor de los casos, la gente se dará vuelta a mirarnos como si un alien hubiera bajado de un plato volador en medio de la 9 de julio. Para la norma, dos hombres o dos mujeres dándose un beso es un espectáculo circense. Hay momentos en los que uno necesita un abrazo, o entrar en una espiral romántica de gestos cursis. No es que no nos guste coger con tipos desconocidos a los que echamos

Carta a un señor meritócrata

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Probablemente no te interese quien soy, o estés ocupado abriendo cuentas en paraísos fiscales. Lo cierto es que necesitaba escribirte porque tengo algunas dudas. Ocurre que muchas de las cosas que tomamos como verdades absolutas no son más que una construcción semántica cuyo objetivo radica en volvernos estúpidos. Resulta que nosotros, los que no hicimos ningún mérito, somos engranajes de una máquina globalizada. Las cadenas que nos esclavizan llegan más allá de las fronteras, recorren países a los que jamás vamos a viajar - en donde seguramente estés fugando guita - y llegan al corazón del sistema. Sí, entiendo que hablar de esclavitud es un tanto polémico. Nadie quiere ir por la vida sintiéndose un esclavo. Es más fácil hacerse el boludo, tirarse en el sillón a mirar Netflix y dejar que el tiempo pase, hasta que llegue el momento de jubilarnos y la vejez nos encuentre con un pedo atómico por culpa del cual no nos acordamos ni de cómo nos llamamos. Nos consumimos en la incertidumbre,

Vivir con VIH | ¿Cuándo lo tengo que contar?

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Cuando tenés VIH, ir a coger con un desconocido puede llegar a ser un momento incómodo. Lo más  probable es que no se lo hayas contado en una charla previa. No es fácil tirar la información. ¿Cuándo lo hago , antes del “sos activo o pasivo” o después del “por donde estas”? La mayoría puede responder que está todo bien y que quieren saber de antemano el estado serológico de la otra persona. Es debatible. Seguramente busquen por otro lado algún pibe que les parezca más “seguro”. U no está ahí, con el celular en la mano, a punto de coger, y lo último que quiere es arruinarlo todo, espantar al flaco que nos cayó bien , con lo difícil que es encontrar alguien que valga la pena. Entonces t e hacés el boludo. En el mejor de los casos es copado y se lo decís en cara a car. Otra de las opciones es ponerlo en Grindr, dentro del formulario. Lo intenté . Elegir este camino e s abrir una puerta que nadie quiere abrir. Todas las personas que te hablan - sin exagerar - hacen referencia al tem

El valor de asumirse puto

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Aceptarse puto es tomar conciencia de que constantemente uno se está enfrentando al rechazo de los dinosaurios agazapados. En este contexto, salir del closet es salir a la guerra contra la norma. El pibe que me ayudó a aceptarme nunca se dio cuenta del rol que ocupó en mi vida. Lo miraba desde lejos, porque los putos tenemos que acercarnos con cuidado. Siempre desde lejos, porque tirarle onda era un deporte de riesgo. No por él, el pibe no tenía pinta de ser violento, sino porque tenía miedo de que el resto se diera cuenta y me convirtiera en el centro de todas las burlas, porque la utopía de garchar con él tenía cierto encanto, y porque la distancia vuelve hermoso lo inalcanzable. Me mantenía escondido en lo que creía que era un refugio. Aún no me había dado cuenta de que el closet no era una zona de confort. El closet era el miedo en su estado más puro. Me gustaba por algo que era más grande que él: reflejaba mi putez. Me entusiasmaba la idea de encontrar en su piel lo que había es

No quiero decirte que tengo VIH

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Este mes se cumplen once años de mi convivencia con el VIH. Tomo Mivuten, Efavirenz, y soy indetectable, lo que significa que el nivel de virus en mi sangre es tan bajo que no hay posibilidades de transmitírselo a otras personas.  La experiencia y los médicos brindan información que nos permite llevar adelante una vida sana. A pesar de ello, no existe un manual que nos indique cómo encarar el rechazo social que surge cuando elegimos contar que somos portadores. Sabemos que tenemos que  usar forro, ver a un especialista, iniciar  un tratamiento para acceder a la medicación, sabemos también que bajonearse es negativo si queremos encarar una convivencia pacífica. De todas formas,  podemos cometer errores, opinar estupideces, tomar decisiones que no sean las más acertadas. Somos humanos y nadie nació sabiendo todo.  Para empezar, me hago cargo de haber tenido sexo sin preservativo a la edad de 21 años. En aquel momento mi primera reacción fue echarle la culpa a mi pareja sexual. Fue el ca

El mundo es un lugar espantoso

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El mundo es un lugar espantoso. Y no me refiero solo a que hace cuatro meses estamos encerrados porque un virus altamente contagioso nos obliga a mantener dos metros de distancia entre nosotros y a lavarnos las manos con alcohol en gel de manera obsesiva cada vez que tocamos el picaporte de una puerta, es algo mucho más complejo. La derecha perdió la vergüenza, eligió salir del clóset y expresar toda la mierda que habita en sus pulmones desde que el mundo es mundo. El macho golpea la mesa con su pija y sale en defensa del patriarcado, temeroso de que las minorías asustadas le roben los privilegios que pudo conseguir a fuerza de sangre y de películas de Hollywood sin consciencia social. Los líderes políticos se han convertido, en muchos casos, en conductores de televisión que gobiernan mediante discursos estridentes, sin ningún tipo de pudor, levantando banderas llenas de odio; los Bolsonaro, los Trump, los Orban, buscan votos, buscan rating, buscan aplausos, son representan

La gordofobia como discurso hegemónico

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La delgadez recorre de manera transversal todo el discurso hegemónico. Las personas que no encajan con el prototipo estético de la panza chata, los músculos marcados -todo “en su lugar” - , que carecen de rasgos perfectamente armónicos, son vistos como bichos raros que no se esforzaron lo suficiente para alcanzar el ideal de belleza . Hace algunos años sentía un gran rechazo por mi cuerpo. Por arte de magia, al terminar la adolescencia, justo cuando por una depresión bajé de peso, pude empezar a tener éxito con los hombres, dejaron de rechazarme, logré debutar sexualmente y por primera vez en mi vida me dijeron cosas lindas sobre mi apariencia. Hasta el momento, mientras no me adaptaba a la imagen hegemónica, tenía que conformarme con que me dijeran que les resultaba  simpático. El consejo que los gordos están cansados de escuchar es: “amá a tu cuerpo”. Ellos no tendrían ningún problema en amarlo si toda la sociedad no los estuviera señalando como si fueran fenómenos de circo. Cuand